Desde hace tiempo vengo observando por las calles de mi ciudad, un señor que todas las mañanas muy temprano sale a caminar. Va a paso lento, muy lento, pausado por los años y las dificultades pero esperanzado en un futuro, en la posibilidad de avanzar otro instante.
No sé de dónde sale o hacia donde se
dirige, en cada paso se detiene a mirar a sus laterales. Como asustado como
angustiado, con el mismo temor que a todos nos envuelve en estos días. A veces
lleva una bolsa consigo y la sujeta con firmeza. Con la misma firmeza que
sujeta la andadera que le permite desplazarse. Una vez pasó frente a mí en un
semáforo, con tanta calma y dificultad que quise estacionarme y ayudarle, pero
el auto detrás con su corneta me hizo reaccionar y avanzar.
Lo he visto subir las aceras con
dificultad, porque en este país no hay rampas de acceso para las personas con
discapacidades y si las hay las obstaculizan los motorizados sin que nadie
pueda protestarles. Lo he visto caminar por las aceras, donde quiera que le veo
siempre va con pausa y con firmeza, como retando al destino, al camino, incluso
a los motorizados que se cruzan irrespetuosos a su paso aun sobre las aceras.
Es un señor mayor de cabellos
blancos, lleva en su rostro la marca de los años, de las luchas y del reto de
no dejarse vencer por las dificultades. Lo veo en las mañanas y me pregunto,
¿de dónde surge ese espíritu de lucha esa constancia, que le hace cada mañana
tomar su andadera roja y salir, como si no hubiese otra cosa y a pesar de las
dificultades, a caminar simplemente, a desplazarse? Lo observo y mi admiración
se queda allí junto a él mientras pienso en mi hija y su andadera verde y
reconozco en ella ese mismo espíritu, esas ganas de avanzar, de caminar, de ir
siempre un paso más allá, a pesar del temor o de las inseguridades, más allá de
las propias dificultades.
Ella
va con su andadera verde, él con su andadera roja, ambos van ante la vida,
avanzando, porque de eso se trata, de avanzar con coraje y valentía hacia la
meta de superar las dificultades. Los observo a ambos y pienso que es justo ese
espíritu de superación el que los mueve, el espíritu que deberíamos tener
todos, el coraje, las ganas de luchar por nuestras metas e ideales.
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