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Hijos con discapacidad y condiciones médicas: abrirse paso entre los pseudo coach y los opinólogos


Avanzar en el mundo de las personas con discapacidad, implica pisar un terreno sagrado, lleno de formas hermosas de vislumbrar el bien y lo positivo, de transformar el dolor en alegrías, pero también cada tanto, de toparse con quienes de un modo u otro creen saber mucho sobre un terreno que nunca han pisado y pretenden guiarte en el trayecto irrespetando e intentando imponer visiones y modos de pensar.

De experiencias en este campo tengo muchas, unas más felices que otras, particularmente pienso que cuando se trata de lo espiritual y lo motivacional, es mejor avanzar de la mano de lo que comulga con uno y con su fe, porque es el único modo de mantenerse coherente.

Claro, hay personas muy eclécticas en sus creencias y van de un lado a otro buscando una señal, cada quien es libre de decidir hacia donde se encamina o a cual árbol se arrima. En mi caso particular, o mejor dicho, en nuestro caso familiar, preferimos ser ecléticos en cuanto a variedad de terapias y ejercicios mientras encargamos lo espiritual e incluso lo motivacional a quienes van por nuestro mismo sendero y aun así, a unos guías más que a otros.

En las líneas que siguen a continuación, va una opinión personal de esta mamá que mira con mucho recelo algunos movimientos y escucha con muchas reservas algunas voces que pretenden imponerse sobre nuestra forma de ver las cosas.

En lo particular, creo que no es un secreto por las líneas presentadas en este blog, que somos padres católicos, servidores de la Iglesia y con algo de formación tanto en la fe como en lo profesional así como en el campo que nos ocupa de la condición médica de nuestra hija, por esto, sin ánimo de ofender a otros, quiero plantear mi posición, o nuestra posición, cuando de guía y consejo espiritual se trata.

Esto lo hago especialmente por dos razones, la primera, porque resulta muy tedioso tener que escuchar una y otra vez a las personas hablándonos de cómo según ellos debemos enfocar las cosas (y no en lo médico sino en lo espiritual), pero cuando se les habla de Dios nos tildan de fanáticos.

La segunda, porque la mayoría de las personas se atreve a opinar sin caridad en temas y áreas de la vida que pueden ser muy susceptibles para otros y considero que aprovecharse del dolor de otros para hacerse ver como muy sabios o muy orientadores, es una bajeza y más si con esto se busca percibir ingresos económicos.

Así que, como a lo largo de estos casi 9 años hemos tenido que aprender a abrirnos paso entre los pseudo coach y los opinólogos, aquí nuestra apreciación.

¿Vibrar o tener fe? Prefiero la fe como un granito de mostaza


Desde hace un tiempo vengo observando con preocupación un movimiento que se ha gestado en Venezuela y que se ha extendido a otras partes del mundo, en el cual las personas reciben “guía espiritual o de vida” por parte de algunos Coaching formados por un mentor que ha logrado ir extendiendo una gran red de pseudo psicólogos y consejeros motivacionales.

Si has escuchado hablar del CRP, seguro que ya sabes de lo que estamos hablando. La teoría que estas personas según su línea de pensamiento manejan, es que todo lo que ocurre en nuestras vidas es producto de las energías cósmicas, las frecuencias vibracionales de las personas, lo que ocurre con sus pensamientos y lo que en su inconsciente permiten.

Así todo lo bueno, el éxito financiero, académico, profesional y familiar va ligado directamente a la forma como sus pensamientos y frecuencias vibratorias se mueven. Del mismo modo, todo lo adverso, enfermedades, pobreza, desempleo, ser víctimas de maltrato y agresiones, incluso de abusos de cualquier índole, también.

Esto me resulta bastante difícil de procesar, en especial cuando se refiere a la salud y las condiciones médicas. Incluso, considero que este tipo de movimientos que más bien parecen sectas, aplican métodos conocidos en el ámbito del aprendizaje como la programación neurolingüística y el cerebro triuno, pero de un modo muy malo y riesgoso para la integridad psicológica de las personas.

Al momento de hablar de discapacidad, de niños con condiciones médicas o de personas en cualquier situación de enfermedad, es necesario ser cuidadosos, siempre muy empáticos y por supuesto respetuosos. Asegurar que las enfermedades tanto de niños como de adultos son producto de la frecuencia vibracional del individuo o de lo que le han transmitido sus padres, es un absurdo que carece no solo de toda ciencia, sino que también deja entre ver el nivel de manipulación al que estos pseudos coaching son capaces con tal de atraer más personas a sus redes y por ende más ganancias.

Las enfermedades no responden a energías cósmicas, no son producto del pensamiento de nadie y mucho menos tienen que ver con un castigo de Dios. Hace poco leí en un post de Instagram de una de estas pseudo coaching, que los niños sanos o enfermos son así porque reciben de sus padres las energías vibratorias de sus pensamientos y que si quieres dar algo valioso a tus hijos debes pensar lo que deseas nada más y todo lo que le llegará será positivo.

Pregunto, ¿es que acaso existe algún padre en el mundo que desee algo malo para sus hijos? si algo adverso, como una enfermedad, una condición médica, un robo, una agresión por parte de un tercero ocurre al hijo, ¿es porque sus padres le trasmitieron eso? ¿Porque deseaban mal? ¿Porque sus inconscientes les hizo atraerlo?

Es un barbarismo pensar que las cosas malas ocurren porque se les atraen, de ser así, ¿qué pasa con los bebes que han sido abandonados? ¿Con los niños que han sufridos vejaciones y agresiones incluso de índole sexual? ¿Vamos a responsabilizarlos del mal que les ha ocurrido alegando que sus vibraciones estaban bajas o que sus pensamientos lo atrajeron? ¡Por favor! ¡Que absurdo!

Pretender que las enfermedades son responsabilidad del individuo que las padece o de sus padres, es razonable cuando hablamos de personas que se han dedicado a dañarse por medio del alcohol o las drogas. Pero cuando un bebe viene en camino, sus padres siempre esperan lo mejor, desean lo mejor, eso no quiere decir que lo que resulte sea lo que esperaban y aun así, para quien ama de verdad, indudablemente será lo mejor.

Cuando nuestra hija nació habíamos planificado en extremo cada detalle, queríamos brindarle un techo seguro, una estabilidad económica y hasta un automóvil que le permitiera trasladarse sin necesitar el transporte público. Hubiésemos comprado hasta un avión de haber podido. Lógicamente queríamos lo mejor, y la queríamos sana, bella, inteligente, parecida a su mamá pero con los ojos de su papá, sí, hasta eso pensábamos y visualizamos.

Pero hubo problemas en el último trimestre de gestación que nadie esperaba y que el obstetra tratante no supo identificar a tiempo, eso trajo como consecuencia una preclamsia que derivó en un síndrome hellp y que ocasionó, gracias a la mala praxis médica, que nuestra hija no tuviera la suficiente fuerza para respirar al nacer, provocando una hipoxia que derivó en una falta de oxígeno al cerebro lo que causó la lesión cerebral que más adelante sería diagnosticada.

¿Lo esperábamos? No. ¿Lo deseamos? No. ¿Lo pensamos o lo llegamos tan siquiera a imaginar? ¡Claro que no! Jamás imaginamos ser padres de una niña con una condición médica, así como ningún padre se imagina que su hijo pueda llegar a tener alguna vez una enfermedad grave o mortal. Entonces, ¿nuestro sub consciente de algún modo lo generó?, ¿la relación entre un par de esposos que se amaban con fuerzas y querían lo mejor para su hija pudo ser la causante de esta situación? Claro que no.

Pretender insinuar, sugerir o manifestar de algún modo que los padres de niños con condiciones médicas deseamos de algún modo esta situación de vida para nuestros hijos es no sólo una falta de respeto sino un absurdo, una grosería, un argumento sin fuerza científica alguna que lo respalde y carente totalmente de humanidad. Es una irresponsabilidad que además genera una fuerte carga de responsabilidad sobre la psicología de esos padres que no han parado desde el primer momento de buscar lo mejor para sus hijos.

Durante mucho tiempo me buscaron para que hiciera el curso de CRP, durante mucho tiempo me negué como me he negado a llevar a mi hija a cualquier brujo, curandero o médico mágico, con un argumento muy sólido y que mantengo muy firme: yo no creo en las energías. Yo creo en la voluntad de Dios. Pero ojo, que aquí vamos con la otra cara de la moneda.

La fe y la voluntad de Dios


Dios nos hizo a su imagen y semejanza, nos creó con todo su amor en el mismo nivel de perfección, con la misma capacidad de amar y de crear a través del don de poder dar vida a otros. Dios siempre quiere todo lo bueno para sus hijos y su voluntad es siempre perfecta y siempre la mejor para nosotros. Pero hay cosas en las que simplemente el ser humano también tiene la capacidad de decidir y de hacer su propia voluntad.

Existen los errores médicos, que no son voluntad de Dios, existen las personas malas, que juegan en contra de la voluntad de Dios y también existen nuestros cuerpos humanos, frágiles, débiles, hechos de carne y propensos a resentirse con los agentes del tiempo, los virus y las enfermedades. Cualquier cambio biológico en una madre gestante puede acarrear una enfermedad en el hijo. Incluso agentes externos como la contaminación, estar expuestos de alguna forma a radioactividad o a agentes tóxicos, pueden iniciar una enfermedad. Cualquier cosa puede enfermarnos, pero no las vibraciones cósmicas, las frecuencias vibracionales ni los pensamientos no tenidos o inconscientes.

Pensar que nuestra hija tiene una condición médica porque nosotros lo atrajimos y lo permitimos, porque firmamos un contrato y cuantas otras cosas locas puedan pensar, es un absurdo, por decirlo de un modo educado y no la sarta de escatologías que vienen a mi mente.

Pensar que la condición médica de nuestra hija es “consecuencia del pecado” como me lo sostuvo una vez un “hermano evangélico” muy docto en su teología y a quien tuve que rebatir desde todos mis conocimientos teológicos pero a su vez desde todo mi ser de madre, es otro absurdo. Dios no castiga, al menos yo no creo en un Dios castigador sino en un Dios infinitamente misericordioso que ha dado su vida por nosotros. Es más, no creo en la magia, pero creo profundamente en los milagros, y ahora vamos con el siguiente punto.

La discapacidad como bendición


Las adversidades existen. Los accidentes existen, las cosas malas pasan y aún hasta a las personas más devotas y llenas de fe. Tener una hija con una condición de discapacidad motora no es algo malo, ni un castigo, ni una consecuencia de mis vibraciones energéticas. Es una bendición. Es un milagro. Una experiencia de vida que nos ha llevado no sólo a conocer otras realidades y experimentar otras cosas, sino a ofrecer nuestro testimonio como padres a las parejas que están próximas a contraer matrimonio, mostrándoles ese otro lado de la vida, las letras chiquitas y el siempre maravilloso e infinito obrar de Dios.

Fue tanto lo que viví en el último trimestre del embarazo, que Elizabeth estuvo en todo momento en riesgo de morir y yo también. Lo que más recuerda mi esposo de esta etapa es cuando los médicos le preguntaron “a cuál de las dos quería salvar”.

Que hoy estemos aquí es un milagro de Dios. Que Elizabeth lograra superar la hipoxia perinatal, su apgar tan bajo y los 22 días de internación en la unidad de neonatología, es un milagro. Que hoy, después de mucho luchar y sufrir con las terapias ella pueda caminar con su andadera, es un milagro. Y no es porque nuestras vibraciones cósmicas o energéticas anden positivas ni abiertas al universo, no. Es porque nuestra fe es infinita, nuestro amor por Elizabeth es supremo y porque en este mundo “Nada hay imposible para Dios”.

Así que, ante teorías absurdas que sólo buscan manipular las mentes de algunos a cambio de beneficios económicos para otros, nosotros, desde esta posición de padres creyentes en Dios, en los milagros pero también creyentes en los resultados médicos (serios y comprobables) les pedimos un poco de respeto para los padres que luchan a diario por ver a sus hijos crecer, avanzar y vencer sus dificultades.

Y a los papás y mamás de niños con condiciones médicas, les decimos, ánimo y fortaleza, esta situación no es causada por su responsabilidad, por sus energías, ni por sus pensamientos; tampoco es una prueba de Dios. Es sólo otro modo de vida, otra forma de experimentar el amor en su mayor grado de incondicionalidad. Es un milagro y una oportunidad para amar de verdad, como Cristo nos ama. Abracen a sus hijos, no se cansen de luchar, y a los opinólogos pseudo coaching que Dios los bendiga y también los haga vibrar lejos de nosotros.

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