Elizabeth arribó a sus 9 años y con ello nos tocó crecer un poco más a todos. Comprender que está transitando una etapa en la que sigue siendo una niña, pero ya con otro carácter, más autonomía y capacidad de decisión.
Una edad hermosa, porque aun quiere tener juguetes, muchos juguetes, pero también amigos, y decidir qué vestir, qué ver en la tv, cuándo y a qué lugar salir, si es que quiere salir. Y a sus padres nos ha tocado la tarea de crecer con ella. De aceptar que ya no es una bebe, aunque siempre lo será ante nuestros ojos, entender que es una niña grande, como ella lo afirma cada día.
El noveno cumpleaños de Elizabeth vino lleno de cambios, o quizás fue la continuidad de un cambio iniciado hace un poco más de nueve meses cuando decidimos dar nuestro salto de fe y salir de Venezuela para propiciarle a nuestra hija un bien mayor.
Cambiamos de país, de casa, de costumbres. Dejamos nuestras seguridades para empezar de cero y salimos de la zona de confort que también era la zona de confort de Elizabeth. De salir en automóvil a todas partes, a caminar y usar el transporte público, algo que nunca había figurado en la vida de nuestra pequeña. De vivir rodeada de sus juguetes a tener menos de la mitad. De asistir a la escuela apoyada por su mamá a tener una maestra de apoyo motor. De tener una red de brazos para asistirla a tener solo a mamá y papá. Sí ha sido un año de cambios, que han llevado a nuestra hija y a nosotros a crecer un poco más, a ver ahora lo que antes no podíamos.
Elizabeth comprende ahora lo que es tener una nacionalidad, creo que antes ni se imaginaba qué significaba ser venezolana, ahora es algo que reafirma su identidad. Se cambió el nombre, y esto lo hizo a penas llegamos a la Argentina. Empezó a dejar claras sus decisiones y a mostrar su frustración cuando se le lleva la contraria. Se ha vuelto más comunicativa, a cada persona que se le cruza la quiere conocer y le pregunta su nombre y según su acento ya puede identificar su nacionalidad y sus ojitos brillan cuando descubre un acento venezolano.
Ya no llora en la misa, quienes nos siguen desde hace mucho y quienes compartieron a nuestro lado en diferentes Eucaristías saben que no podían comenzar las canciones porque ella lloraba. Pero ya no, ahora le gustan las canciones y no le gusta irse de la Iglesia hasta que el ministerio de música ha terminado de cantar.
Ha crecido nuestra Elizabeth, y aun en medio de su misma inocencia, de su misma alegría, se empiezan a ver los signos de un carácter y de un nivel de comprensión de la realidad diferente. Está un poco más madura, un poco más grande.
En este crecimiento su cuerpo también ha crecido, ha ganado algo más de altura y peso, requiriendo a su vez nuevos apoyos técnicos, más ajustados a su edad, una andadera posterior nueva, nuevas férulas AFO y silla de ruedas también.
En el mes de su cumpleaños hubo signos que marcaron aún más su crecimiento. La andadera verde se convirtió en la andadera de bebe, al lado de la nueva andadera más grande y que ella ha decidió transformar en una nave espacial. El coche, dejo de ser ese implemento de ayuda para distancias largas que nos hacía comprenderla aún como una niña pequeña, y en su lugar se incorporó una silla de ruedas adecuada en todos los sentidos para su comodidad e independencia.
Lo mejor de esto, fue su madurez para aceptarlo. Mientras mamá y papá nos preguntábamos cómo hacer para que entendiera que había que usar una andadera más grande, ella simplemente comprendió que la otra era de bebes y que la nueva era de niñas grandes, y asunto arreglado. Lo mismo con la silla de ruedas. Días previos a recibirla le explicamos que había que dejar de usar el coche y le mostramos imágenes de otros niños en sillas de ruedas, ella solo dijo: “ya más coche no, el coche es de bebes” y así, rápidamente y sin drama, dejo de ser una bebe y llegó a sus 9 años siendo una niña grande.
En su noveno cumpleaños tuvo también otra experiencia que antes no había disfrutado. Por esos designios de Dios pudo compartir una torta con su salón de clases y aunque no estuvimos con ella, tuvo la experiencia de compartir parte de su cumpleaños con otros niños y adultos, sin nosotros. Ella por su puesto feliz. Nosotros, contando los minutos para estar a su lado.
Sin duda este arribo de Elizabeth a sus nueve años marca el inicio de una nueva etapa en su vida desde la compresión ahora de que ya es un poco mayor. Incluso la nueva andadera le ha permitido comprenderlo puesto que al quedar mejor posicionada, logra pararse más erguida y verse con su tamaño real. Ese que le muestra en el espejo que sí, que está creciendo.
Cumplió nueve años rodeada de cambios, pero sobre todo de amor, porque a donde llega se va ganando el corazón de las personas y así maestras y maestros, amistades y tíos, estuvimos junto a ella para demostrarle que es amada y llenarla de esos juguetes que aun extraña de Venezuela.
El crecer de los hijos es también el crecer de los padres, un proceso que de golpe nos salta a los ojos, nos quita las vendas y nos hace ver nuevamente a esos niños en toda su plenitud, en toda su madurez, mirar atrás y de pronto poder ver, cuánto se han transformado.
Maravilloso y en especial ustedes que están creciendo con ella y entendiendo que ella es una niña grande y aunque a los padre le cuenta entender porque para ellos siempre va ser su bebe, está claro que ella entiende muy bien que que grande y que piensa como tal, este un camino que van andando los tres juntos muchas felicidades y siempre están en mi corazon
ResponderEliminarGracias Carlos, así es, seguimos creciendo siempre en beneficio de nuestra princesa.
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