Iniciar el proceso de rehabilitación
y fisioterapia es vital para el avance de cualquier niño con una condición
motora, mantenerlo es esencial. Por supuesto el proceso es traumático, esto ni
lo vamos a maquillar, puesto que implica mucho ejercicio, estiramiento de
tendones, músculos y constante movilización de miembros que por sí mismos no
podrían moverse.
Desde que Elizabeth inició sus
primeras sesiones de intervención temprana hasta la actualidad, hemos
experimentado distintos tipos de terapias y recibido el apoyo de diferentes
fisioterapeutas que nos han ido orientando en el camino, junto a médicos e
incluso padres y madres de otros niños con condiciones.
La primera terapista de Elizabeth
fue una chica dulce y hermosa que le ayudó a ir soltando su musculatura, luego
le siguieron otros terapistas del Hospital Central de Maracay quienes junto a
su primera Fisiatra fueron logrando que nuestra princesa soltara su musculatura
y se mantuviera en una mejor posición.
Con la terapia de los primeros años
se obtuvieron muchos avances, pero como todo en este proceso a veces se avanza
y a veces se retrocede, no porque las habilidades se pierdan, pues lo aprendido
ya queda grabado en el cerebro, sino porque en este proceso la espasticidad,
que es la secuela del daño neurológico sufrido, siempre va jugando en contra.
Mientras por un lado se avanza en la movilización del cuerpo, por otro la
espasticidad va haciendo de las suyas tensando los tendones, aumentando el tono
muscular, presentando variaciones de tono, haciendo incluso que el cuerpo asuma
posiciones incorrectas que a la larga repercuten negativamente en la estructura
ósea y aparecen lesiones que se deben corregir quirúrgicamente.
¿Por qué ocurre esto? La parálisis
cerebral es complicada, se trata de una lesión en el cerebro, no quiere decir
que el cerebro esté paralizado sino que hay una lesión en algún punto del mismo
que afecta alguna función del cuerpo, justo el área del cerebro dónde haya
ocurrido la lesión. Si la lesión afecta el área del cerebro que se encarga del
habla pues ésta se verá afectada, lo mismo ocurre con la cognición y la
motricidad.
En 1959 el Little Club define la parálisis cerebral del siguiente modo: “Un
desorden motor aparecido antes de los tres años debido a una lesión neurológica
no progresiva que interfiere en el desarrollo del cerebro.”[1] De allí que al afectarse
un área del cerebro, se afecte a su vez la función que dicha área cerebral debe
atender.
Por
ello, las terapias de estimulación temprana buscan reeducar el cerebro,
enseñarle cómo es el movimiento normal del cuerpo, cómo debe ser su funcionamiento.
A través de masajes, ejercicios y movilizaciones el cuerpo enseña al cerebro a
la vez que el cerebro va guardando la información para enviarla de vuelta al
cuerpo. ¿Complicado? Un poco, es similar al proceso de aprender a leer, sólo
que en este caso se trata de aprender todo lo demás.
Así, gracias a la intervención temprana,
nuestra princesa fue avanzando, de la mano de terapistas ocupacionales,
fisioterapeutas, terapia acuática, método Cuevas, delfino terapia, tratamientos
con hormona del crecimiento y factores de crecimiento y citoquinas,
psicopedagogía y por su puesto con el refuerzo constante en casa de cada
ejercicio y cada actividad, excepto los delfines pues no podemos tener delfines
en casa.
Sus avances iniciales fueron lentos,
había mucho que vencer, la espasticidad era muy fuerte y la hipertonía era
mayor. Pero con la constancia, su resistencia al dolor y sus ganas de avanzar
se logró pasar de un estado donde no podía moverse por sí misma, a rolar, hacer
los cuatro puntos, intentar el gateo, sentarse y mantenerse sentada, logró
también sujetar objetos, llevarlos a la línea media y cruzarla lo cual fue
generando mayor autonomía e independencia y una libertad maravillosa para jugar,
comer dulces y abrazar.
Si bien durante el proceso hubo
dolor, este dolor se ha visto mitigado por los logros. Hoy tenemos en Elizabeth
una niña luchadora, consciente de su condición y que desea continuar avanzando.
Ha disfrutado algunas de sus terapias porque en su mayoría han sido como juegos,
otras las ha experimentado entre lágrimas y resignación por el dolor, pero en
sí todas, de algún modo han contribuido a su avance motor y a su madurez.
A sus terapistas, a cada uno de
ellos, a Alexandra y Alejandra, a Enny y Zulay, a Disnei y Damaris, a Isaí y
Josué, a Liza e Isamar, a Yelitza y cada uno de los que en este camino Dios ha
colocado para guiarnos y a poyar a Elizabeth en sus avances, a sus fisiatras y
a sus psicopedagogas, ¡Gracias y que Dios continúe bendiciendo sus caminos!.
[1]
García Prieto, A (2004) Niños y niñas con parálisis cerebral. Narcea, S.A. De
Ediciones. Madrid.
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